Recargando

El ritmo de trabajo en este último mes ha pasado a ser tal que apenas tengo tiempo de mucho ocio y, cuando lo tengo, la verdad es que lo que me apetece es simplemente dormir.

Mi clase de tiernos infantes de siete años se ha convertido gracias a la llegada del fin de curso y el calor en una horda de niños salvajes que tengo que mantener a raya, y con los que me ha resultado muy difícil trabajar algún contenido serio.

Danielito es más Danielito que nunca.

Me gano el pan con el sudor de mi frente ensayando los bailes de la verbena todos los días. Cuando superamos los treinta grados termino que da asco verme, porque soy una maestra que lo da todo, ¡Oh yeah!


Ya hemos comenzado además con las despedidas, y hemos hecho fiestecitas con fanta y chuches donde los alumnos más mayores me han regalado unas cartas preciosas que animan una barbaridad.


Ah, y la madre de una alumna me ha intentado hacer chantaje con una cosa y le he tenido que parar los pies porque me parece que la gente a veces se pasa tres pueblos. Es una historia que da para dos o tres post.


Que tiene que haber de todo, digo yo.


Como una vez dijo alguien que conozco... "Estoy deseando que termine esto para retomar mi vida".


(Manda huevos, ya lo contaré)

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