De cómo la pequeña J le ha ganado el puesto al caradura R

Mis veintisiete alumnos de este año, como todos los niños del mundo, tienen una personalidad muy definida. Y son tan dispares como cualquier grupo de personas adultas que podamos imaginar. Tengo al generoso, al gaym al egoísta, a la manipuladora, a la suave, al bromista, a la histriónica...

Y me lo paso pipa observándolos.

Mi pequeña J es inteligente. Mucho. De hecho está diagnosticada como una niña con altas capacidades en diversas áreas. Y es guapa. Mucho. Con esos ojillos negros y esa expresión de buena niña me tiene enamorada. Y está gorda. Mucho. Aunque su padre diga que su nena está en su peso y que lo que pasa es que está ün poco fuerte, todo lo más".

Y como la pequeña J es tan lista, tan buena y tan poco problemática ha estado desde el año pasado chupándose eso de estar sentada en las últimas filas. La pobre.

El caradura R es listo. Mucho. Guapetón, aunque me da que de más mayorcito se va a estropear bastante. Pero es un jeta de mucho cuidado. Hijo único con hijismo único, mimado e idolatrado incondicionalmente por sus padres. En consecuencia es mal compañero, protestón, maleducado y chupaba primera fila puesto que en clase estaba pasando de trabajar descaradamente y lo quería tener controlado.

Pero el viernes, harta de ver cómo el caradura R pasaba de mi durante las explicaciones, se me inflaron las narices y mandé al caradura R a chupar última fila. Y en su puesto he puesto a la pequeña J, que ha acomodado sus lorcitas en la primera fila y me mira con adoración, mientras su compañero hace en la última fila lo mismo que hacía en la primera fila, pasar de mi.

La pequeña J me decía que qué bien se ve todo en primera fila. El caradura R no ha dicho ni mu.

A veces (demasiadas veces) las personas que menos lo merecen por sus méritos son los que cuentan con más privilegios.


Y no me parece justo.

Comentarios

  1. Soy una "lectora en la sombra" que no suele comentar, pero hoy no me he podido resistir.
    Me encanta tu reflexión. ¡Qué gran verdad!

    María.

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  2. Totalmente de acuerdo, yo el año pasado es lo que hice con dos de mis alumnos de 2º de ESO de mi tutoría. Su único objetivo era molestar pasar de todo, así que los dos a la última fila, que la primera ya la aprovechaban compañeros que realmente lo querían aprovechar.

    Un saludo

    Susana

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  3. cuanta razón tienes!sabia decisión!!me alegro que la pequeña linda lorcitas esté disfrutando la primera fila.

    besotes!

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  4. Cierto.

    Estoy pensando escanear tu post y enviarlo como anónimo a la seño de mi niña mayor...

    En su clase se compensan las mesas.

    Suelen poner a uno bueno junto a uno "malo".

    Ella siempre está junto al más malo malísimo (de los tres que hay). No escuchan, no atienden, se les mojan o rompen las fichas por arte de magia... a los dos.

    Y mi Vero me confiesa triste todas las noches que ella estaba calladita pero claro, como G. estaba gritando pues que no se ha enterado de tal cosa o no ha acabado la ficha...

    Injusto. Ella tiene que hacer doble esfuerzo para aprovechar cada clase.

    Enhorabuena por tu decisión, es mejor hacer uno bueno que dos regulares...

    Besos!!

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  5. Yo he sido alumna buenecita en clase, ni un ruido, por eso me ponían al final, incluso una profe me obligó a ponerme con el más gamberro al final, porque decía que como yo no hablaba... Al final yo hablé, como todo el grupo en el que me puso, aprobé, porque como buena mujer puedo estar a varias cosas a la vez, le pasé todos los apuntes al compi gamberro y le agradezco el año estupendo que pasé de juerga, aprendiendo cómo se falsifican notas y demás. Ahora ya he perdonado a esa profesora, pero la odié bastante, porque yo me puse en la primera fila para aprender mejor, yo tenía interés, y eso no importó.
    Me alegro de que le dieras la oportunidad a quien se la merecía y viese la diferencia de atender sin tener que esforzarse tanto en abstraerse un poco de lo que pasaba alrededor.
    Gracias en su nombre.

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